lunes, 30 de marzo de 2009

De calzonazos y bragazas


En una de las últimas entradas del blog de mi amiga Icegarey (http://icegarey.blogspot.com/2009/03/diccionario-sexista.html), se hacía una pregunta que a mi juicio, no puede quedar sin intento de respuesta:

“¿Porque no hay versión femenina de la palabra "Calzonazos"? Será que no existen chicas de carácter débil y condescendiente... no... ¿No?”

Pues no Icegarey, no existen esas chicas. Y la prueba te la da la RAE: estamos ante uno de los escasísimos casos en que el diccionario es feminista (digo para entendernos, porque yo pienso que en todos los casos no es más que realista).
He buscado calzonazos y su contraria; bragazas, y este es el resultado:

Calzonazos. (Del aum. de calzones). 1. m. coloq. Hombre de carácter débil y condescendiente.

Bragazas. (Del aum. de bragas). 1. m. coloq. Hombre que se deja dominar o persuadir con facilidad, especialmente por su mujer. U. t. c. adj.

¡Son palabras sinónimas! ¿sorprendidos? Bueno, yo en parte no. Es cierto que no esperaba un refrendo tan demoledor a mi teoría, pero entiendo perfectamente el porqué del caso.

Sencillamente porque la dominación psicológica sin remisión es patrimonio femenino por completo. Tal cual. No existen las palabras peyorativas que designen a mujeres débiles y sumisas a sus maridos, por la sencilla razón que no existe mujer sobre la faz de la tierra que sea débil y sumisa ante una decisión de un hombre que no le guste.

Y lo demuestro con un ejemplo práctico del que cada uno, sin problemas, puede sacar otros mil de cosecha propia:

- Cuando en una pareja cada uno quiere ir a un sitio distinto (de vacaciones, por ejemplo), y acaba cediendo el chico, su cesión es total: acepta la nueva situación, la asume como tal y se acabó. Va y punto. Y como mucho, al cabo del tiempo, el día que se vuelva a repetir la disyuntiva, podrá recordar lo bien o mal que salió la experiencia. Y punto. Esto es un calzonazos.

- Si es la chica la que cede... no cede, ¡jamás! Acaba yendo porque pierde la discusión sobre la decisión, pero no podrá aceptarla, no será capaz de asumirla, tendrá que estar todo el tiempo rezongando por lo bajo, criticando esto y lo otro, haciendo ver constantemente como era ella la que tenía razón, poniendo todo su esfuerzo y energías al servicio de reventar la decisión que, se supone, ha aceptado. Va a estar dando la matraca de manera sistemática y continua durante, después y hasta el infinito para no volver a perder. Esto no es ser sumiso; sólo es no haberse salido con la suya.

Y ahí radica la diferencia y la causa de que calzonazos sea peyorativo para hombres, y bragazas ni siquiera se aplique a las mujeres sino también a los hombres: que nosotros una vez que se toma una decisión, tiramos para adelante lealmente. Ellas no saben lo que es eso de la aceptación, de la condescendencia, de la asunción, del acatamiento (ni de la lealtad, pero eso es otra historia)... Son más fuertes, son mejores y unas pesadas de mil demonios.

Calzonazos está acuñado por hombres para humillar a hombres. Por solteros felices y decepcionados, para hombres emparejados y reducidos a meros consortes. De hecho, nada hay más despreciable en un hombre que esa sumisión a la mujer. Por eso calzonazos es lo peor que te pueden llamar. Por eso los que fingen aceptarlo deportivamente como parte de su vida en pareja, llevan dentro un resentimiento in-crescendo que tarde o temprano reventará por algún lado (aunque sea en una depresión crónica que los acaba convirtiendo en plantas de interior).

Pero no todo está perdido para nosotros, nos queda el arma definitiva y la única contra la que ni siquiera ellas pueden y nos salvarán del calzonismo: Nuestro orgullo. Nuestro bienamado orgullo. Nuestro bendito orgullo bien aderezado con deliciosa prepotencia y regado con un buena copa de machismo.

Sí: Esto es la guerra.

viernes, 27 de marzo de 2009

El Inglés; esa cutrez de idioma


Escuché en una ocasión a alguien decir que Borges, premio Nóbel de literatura en lengua castellana, afirmó en una ocasión que él prefería escribir en inglés, idioma mucho más perfecto y literario que el español.
Bueno, pues sin profundizar casi nada (no hace falta alguna) vamos a demostrar aquí como todo un Nóbel puede ser un escritor formidable y, sin embargo, un completo patán indocumentado en cualquier otra cuestión. Sí, aunque sea argentino el nené.

En primer lugar, el inglés no es un idioma, es un aluvión de idiomas, con lo que tiene pocas virtudes de cada uno (normalmente la mayor virtud de un idioma es la coherencia interna de sus reglas) y casi todos los inconvenientes de todos (variaciones hasta tal punto que ni siquiera parece un sistema unitario).

En segundo lugar, la mera idea de compararlo con cualquier lengua romance (como el castellano), debería hacer sonrojar a cualquier persona con un mínimo de capacidad reflexiva: Las lenguas provenientes del latín son casi perfectas en su diseño.
Veamos en la práctica, y por encima, en qué se traduce todo esto:

El inglés es un idioma que carece de un sistema coherente para formar nuevas palabras y derivarlas, y su pobreza en vocabulario queda de manifiesto en el recurso casi permanente a las palabras compuestas para solucionar cualquier ampliación del vocabulario.

Siguiendo. Un altísimo porcentaje de sus palabras cambian de significado por completo en cuanto agregas o quitas cualquier preposición, verbo, artículo... de tal manera que la única manera de conocer su significado es ¡aprenderse esas composiciones de memoria! Esto, es algo que llega al punto de lo patológico: los phrasal verbs son un verdadero atentado a la inteligencia y a la lógica (tengo que decir que al toparme con ellos en 3º de BUP, fue cuando decidí que moriría sin abrir un libro más de ese estúpido idioma).

Además, la pronunciación en inglés carece por completo de sistemática alguna: las mismas letras se leen en cada ocasión de una manera distinta hasta el punto de que las palabras escritas, resultan irreconocibles al pronunciarlas. Es que además, si al decir el alfabeto lees cada letra como debería pronunciarse ¿por qué diablos no las leen igual cuando están dentro de las palabras? Absurdo. Esa es la razón de que a los niños desde pequeños les tengan horas en clase aprendiendo a deletrear, porque se van a pasar la mayor parte de su vida deletreando palabras cuando alguien no conozca alguna de las que dicen (con nombres propios les pasa continuamente), dado que no pueden saber de ninguna manera por la pronunciación cómo escribirla si no se la dictan letra a letra.
Como vemos, toda una ventaja en un idioma, ¿no?

Resumiendo, nos encontramos que algo tan natural como un idioma, que debería ser tan práctico, tiene un serio problema para formar nuevas palabras, no es capaz de hacer construcciones verbales evolucionadas que no tengan que aprenderse de memoria, y sus reglas de pronunciación y fidelidad entre el escrito y el oral, sencillamente no existen.

Que alguien me explique qué tiene de bueno ese despojo idiomático hecho de retales y remiendos, por favor.
Y no me vale su expansión como argumento a favor, fue precisamente su carácter de idioma aluvial (en el que casi cualquier otro extranjero encuentra cosas familiares al suyo propio) y el imperio comercial anglosajón durante los tres últimos siglos, los únicos motivos del triunfo de ese idioma troglodita como lengua franca mundial.

Hay ejemplos a punta pala de casos iguales porque es lo de siempre: lo más cutre se impone sólo por lo barato.

jueves, 26 de marzo de 2009

Las mamás, ese enorme fraude


Un buen día, va un incauto y se casa. Sí, esto no es ciencia ficción, puedo jurar que se hace más habitualmente de lo que podríais pensar. Bueno, el caso es que en un altísimo porcentaje, resulta que la mujer con la que se ha casado (sí, a joderse, este post va en plan tradicional; aquí los tíos se casan con las tías), al cabo de un tiempo prudencial, ¡se queda embarazada y tiene un crío!

Bien, pues si, con el crío en la mano, nos retrotraemos (pedazo palabra ¿que no?) al momento de la boda, cuando marido y mujer se prometen amor eterno, absoluto y que cada uno será lo primero para el otro, nos encontramos con que el bebé viene a trastocarlo todo.

Bueno, todo no, sólo todo en lo que a la mujer se refiere. Porque desde el mismo momento en que las mujeres tienen un hijo, éste, por virtud de las leyes evolutivas y de supervivencia de la especie, ¡se convierte en lo primero y más absoluto de sus vidas! ¡casi en lo único!
Tu mujer te ha timado, idiota, ya no eres tú el primer objeto de su amor y sus cuidados. Ella sí sigue siendo el tuyo, pero tú ya no eres correspondido porque una especie de albóndiga llorona ha venido a suplantarte.
Pero además, por si fuera poco, esos 4 kilos de lechal que se han metido en tu vida, resulta que han robado el 70% de la inteligencia y atractivo de tu mujer.

Lo de la inteligencia está fuera de toda duda y no pienso discutirlo ni un minuto: un ser que empieza a pensar, a vivir, a sentir, a proyectar... absolutamente todo en función de otro (el bicho cagón ese), ¡tiene que haberse vuelto retrasado por fuerza!

Lo del atractivo es evidente; la falta de interés, de roce y de trato preferencial hacia el hombre ¿qué otra cosa puede provocar sino un gradual desapego por parte de él hacia su traicionera compañera?

No quiero relacionar nada de esto con las infidelidades, ni mucho menos, pero estoy seguro de que si se hace una encuesta sobre el porcentaje de maridos con hijos infieles y maridos sin hijos infieles, nos llevaríamos más de una sorpresa.

Lo más curioso es que el afán de las madres por vivir las vidas de los que tienen alrededor y no las suyas propias, por meterse en todo, por no dejar en paz a nadie, por acaparar toda forma de vida que las rodea, no se acaba con la infancia del mocoso, sino que perdura hasta la pubertad, aunque el fruto de sus desvelos acabe siempre poniendo a la engreída maternidad en su sitio: Puedo vivir solo, ya sé yo lo que tengo que hacer, no eres imprescindible mamá y, de hecho, empiezo a no necesitarte para nada. ¿A que os suena?

Pero no sirve de nada, y aquí se ve de nuevo la falta de inteligencia y la incapacidad para la reacción y para adaptarse al medio: no lo reconocen, no aceptan que su prole ya no es suya y no las necesita; las mujeres, en cuanto son madres ¡se mueren siendo madres!

Y ¿qué fue del hombre mientras tanto? Pues una de cuatro*:

1 - Vivirá su desgracia resignado, incrédulo y evitará la implicación.
2 - Vivirá con la inocente felicidad de los tontos que no se enteran de nada.
3 - Se adaptará y aprenderá a amar a la prole sólo porque es lo más importante para la mujer que ama (calzonazos).
4 - Se largará con viento fresco, abominando de la enorme estafa de la que fue objeto, y en busca de la libertad y la autonomía perdidas.

Qué tristeza, a lo que nos abocan.


* 5 - La quinta es... que volverá a casa de su madre.

miércoles, 25 de marzo de 2009

¡Quieren enseñarnos a vivir!


Como si no supiéramos. Hablo de esa especie de bípedos que todos conocemos de memoria, todos aquellos que son más listos que nadie, que tienen una causa, filosofía, estilo de vida... que vender. Que te miran escandalizados cada vez que haces cualquier cosa porque ellos sí saben cómo hacerla mucho mejor que tú.

Particularmente este tipo de gente se encuentra en proporciones alarmantes en las minorías, en los grupúsculos de gente raruna que vive o piensa de manera extrema y extraña para el común de los mortales: Todo el planeta está equivocado y ellos pertenecen al selecto grupo de iluminados que atesoran la verdad en sus mentes y sus corazones, hacia la que, invariablemente, quieren atraerte con todas sus fuerzas.

Por ejemplo, respecto a esos que comen especialito (vegetarianos, macrobióticos y demás rumiantes) y que cuando – anécdota prestada de mi compañero de piso – estás en un bar con los amigos tomando una caña y pincho de tortilla, va el colega y te dice: “Pero cómo puedes comer eso, ¿no ves que es una bomba de colesterol e hidratos y tiene aceites loquesea?” Y le responde uno de los amigos: “Mira Toño, cuando hoy a mediodía llegues a casa a comer, habrás pasado una mañana entera reprimiéndote para no comer esto y lo otro, ratos desagradables viéndonos comer a nosotros y habrás discutido con tus amigos por culpa de ello. Nosotros habremos pasado una mañana de puta madre, comiendo cosas que con una caña delante están de muerte, riéndonos despreocupadamente y sólo jodidos cada vez que tú abres la boca. ¡Come tortilla o déjanos en paz!”
Eso de come tortilla o déjanos en paz, en mi humilde opinión, ¿da para letra de un himno, o no?

El caso es que cosas como esta son más que comunes, que la gente no tiene maldita idea de lo que significa el respeto a los demás, lo que supone algo como la individualidad y que los demás tienen todo el derecho del mundo a hacer de su capa un sayo y taponarse las arterias de dos en dos con toneladas del tipo de grasa que les dé la real gana.

Pero eso les da igual, ellos pontifican en todos los campos: que si responsabilidad laboral, que si nutrición, que si sanidad en general, que si política, que si antisistema, que si estética y aspecto, que si religión, que si costumbres, que si...
Sobre todo: se meten en los aspectos más personales de la gente, sin medida, sin pudor alguno, y exhiben sus estúpidas recetas como si no fueran otra cosa que realidades marginales destinadas a la más cruda extinción de los usos sociales en la historia. No pasarían de ser unos pobres idiotas si no fuera porque resulta, que son insoportables.

Hay que hacer como el amigo de la tortilla: cortarlos sin contemplaciones, crudamente, y mandarlos al más refinado de los infiernos que se os puedan ocurrir en ese momento.

martes, 24 de marzo de 2009

Ámsterdam, la ciudad de la marmota


Estuve tres días por allí, y me gustó, pero la verdad es que es la ciudad de la marmota. Me explico:

La ciudad la componen una serie de canales y calles concéntricas, o sea, un urbanismo de anillos semicirculares. De esta forma, hagas el trayecto que hagas, y si no estás muy pendiente de planificarlo al milímetro, sí o sí vas a pasar una y mil veces por los mismos sitios.

Pero además, es que aunque las casas son bonitas, curiosas y es una ciudad bonita para dar vueltas (nunca mejor dicho), todas, absolutamente todas las calles tienen casas que jurarías idénticas: mismo estilo, igual de altas, igual de estrechas, igual de cuidadas, igual de pintadas...
Total, que entre que pasas por los mismos sitios y que los que son distintos son exactamente iguales, vives el día de la marmota continuamente quieras o no.
La única manera de suavizar un poco ese efecto, es cambiar de método de transporte cada día: uno en barco, otro andando, otro en bici... y ya. Pero sólo lo suavizas; yo lo hice y la sensación no me la quité.
Eso sí, la ciudad es acogedora, los días entretenidos y el ambiente, entre tanta bicicleta, vida en la calle y tanto canal, es curioso y apetecible.

Respecto a los canales... están bien, pero después de verlos, es obligado hacerse una pregunta ¿por qué en cuanto hablas de Venecia lo primero que oyes es “pero el agua de los canales es asquerosa”, y cuando nombras Ámsterdam cualquiera te habla de todo menos de lo sucísima que está el agua? Está mucho, pero mucho peor que la de Venecia.
Y no sólo los canales, la ciudad es bastante sucia y muy lejos de lo que se suele decir de las ciudades europeas respecto a las españolas: desde luego, Madrid está mucho más limpia que Ámsterdam.

El tan cacareado Barrio Rojo y a los Coffee Shops... sinceramente, ambas cosas, que son con las que todo el mundo te aburre siempre, son algo despreciable. Lo de las putas en los escaparates, con los grupos de tíos borrachos gritándoles y ellas insinuándose, es de lo más sórdido y estúpido que he visto en mucho tiempo. Y de los Coffee Shops, esperaba algo más digno: son tugurios lamentables, los peores locales de ocio, maltratados por el uso, iluminados de la peor manera y de todo menos acogedores. No es que esperase algo como un café vienés para fumadores de porros, pero coño, es que los fumaderos de opio chinos de hace 100 años les dan mil vueltas. Son como locales de “fumada rápida”. Que un bareto de mala muerte de pueblo con un camarero-camello de cualquier poblacho de la España profunda está a la altura.
Yo no fumo, pero supongo que a los que lo hacen en Ámsterdam, el subidón del porro les tiene que multiplicar por mil el efecto marmota. Y supongo que viceversa también.

Pero en fin, que aunque no tiene nada que impresione de verdad (edificio imponente, avenida que te cagas, museo impresionante, monumento de postal...), nada, la ciudad está en general a la altura de lo que promete (paseos en bici fumado) y merece una visita de fin de semana (y va que chuta).
¿La segunda visita? ... para eso nadie necesitará mi consejo.

viernes, 20 de marzo de 2009

Reduciendo la población


Este es uno de los pocos planes ecologistas que no me desagradan, la verdad. Es seductor eso de que seamos menos y tocar a más. Mola. De hecho, me he pasado casi toda mi vida notando como me sobran cantidades ingentes de gentes (valga la repanocha) en este mundo.

Con lo que no estoy tan de acuerdo, es con la forma en que pretenden hacerlo: con políticas de control de la natalidad totalmente aleatorias. Me parece un atraso y, por pura lógica, un error de bulto.

A ver, ya que estamos, digo yo que deberíamos hacer un mínimo de selección. O un máximo, casi mejor. Es decir: aprovechar para reducir la población y de paso, matar más de un pájaro de un tiro.

- Ejemplo 1: ¿Porqué no montar, de buen rollo, un Cuerpo Especial de Policías Antipajarracos? Un par de agentes que, por ejemplo, en cuanto vean a un imbécil en edad reproductora con la música del móvil en alto paseándose por la calle, le peguen un tiro inmediatamente y llamen a una fábrica de comida para perros para que se lleven el cadáver. O cuando se crucen con una exhibicionista (en edad fértil también) en el transporte público contándole a voz en grito su mierda de vida a la que tiene al lado y a todo el bus por el mismo precio, le echen un lazo de alambre al cuello y la estrangulen mientras la bajan a rastras del autobús. O que cuando alcancen a ver un modernito de esos sacados de un catálogo de “Flojos y desmayados” (también fértil aunque cueste creerlo), lo cojan y lo echen bajo las ruedas del primer vehículo que pase. Sus restos pueden dejarlos ahí, a ver si las ratas limpian por la noche el pavimento.

- Ejemplo 2: ¿Porqué no aprovechar para despoblar, arrasar y recuperar el espacio que ocupan esos barrios chunguísimos que han destrozado el paisaje de las ciudades y los pueblos? Se organiza una redada sorpresa, se cierra la barriada en cuestión, se bombardea con gas inflamable, se le pega fuego a todo y luego se contrata a los habitantes de la barriada de al lado (que no lo saben, pero serán los siguientes) para terminar de demolerlo todo, abrir fosas comunes y replantar un maravilloso bosque. Esto podría llegar a hacerse con ciudades y pueblos enteros indignos de salir en los mapas. Todos conocemos alguna centena.

- Ejemplo 3: Borremos de la historia a todos los habitantes de los países o zonas del planeta que sólo aparecen en la escena internacional para tocar los cojones, para llenar de titulares constantemente y desde hace décadas los periódicos, los telediarios, etc. Ya está bien de aguantarlos, joder. Propuestas: Israel, Palestina y Líbano, Irán e Irak, Timor, Colombia, Haití, Venezuela, Afganistán, Pakistán, Corea del Norte, el Ulster, toda Yugoslavia, el Tibet... seguro que a todo el mundo puede proponer más de una docenita. Pero todo esto sin malos rollos, dentro de la legalidad internacional y en plan solidario con la mayoría de la ONU de acuerdo y aprobando una resolución para borrar del mapa a esos milloncejos de humanos que sobran en este planeta superpoblado. Y a seguir tan ricamente a lo nuestro.

Aquí en España también, sí también, podríamos empezar por los pesados de los vascones y las vasconas, luego por los polacos, pasando por la mitad de los galaicos... y con todos esos cuya relación entre número de habitantes y cantidad de titulares de periódicos contando broncas está claramente desproporcionada. Coñazo de tíos, joder.

Eso sí, todo por la ecología y por la conservación del hábitat de los insectos de esas zonas, por ejemplo.

martes, 17 de marzo de 2009

La Tierra es plana


Coño, que la veo todos los días, que estoy harto de verla, ¡que no es curva! Pero ¿alguien la ha visto curva alguna vez? Empiezo a pensar que todo lo que sea asumir en el día a día realidades no percibidas es una auténtica estupidez.

Cómo que el tiempo es curvo, que el universo se expande o se contrae, que el cielo no es azul durante el día, que el alma existe, que las mareas dependen de la luna, que las ballenas azules existen, que en el aire hay humedad, que existen los átomos, virus y bacterias, que si los rayos ultravioletas, que los códigos binarios, la psicología, los fantasmas, el centro de la tierra, el agujero de ozono, los meridianos y paralelos, los esquimales, la economía, los agravios, las matemáticas, la gravedad...

¡A la mierda con todo, coño! A ver si ponemos todos los pies en la tierra de una maldita vez.

Pesados...

jueves, 12 de marzo de 2009

La mujer; esa sofisticada maquinaria


Complejas maquinarias de socialización y psicomanipulación. Eso es lo que son. Y no es culpa de ellas, ni siquiera voy a decir que sea algo malo. Es que son como son y punto.
Y son unos cuantos factores los que lo explican: en primer lugar, pasaron 20.000 años cuidando del poblado y la cueva, y articulando la vida social de la tribu mientras los chavales andábamos de mata en mata tras caza mayor y menor. Y 20.000 años son muchos años de aprendizaje y de selección genética de las más capaces en ese entorno.
Pero sin crisparse, que todo esto se puede confirmar con toda su dureza siendo sólo un poco observador y sincerándose con nosotros mismos sobre si esto es así o no:
Los chicos empiezan a jugar a “cosas” casi al nacer. Las niñas, en cambio, juegan a “personas”. En el colegio, a los 12 años más o menos, las niñas abandonan la comba y la goma para dedicarse, durante el resto de los recreos de su vida escolar, a hablar. Sólo a hablar. A hablar continuamente. Y no de política, deportes, actualidad... hablan de personas, de ellas mismas, de sus conocidos, de relaciones personales... Los chicos, casi no dejamos de jugar y de hacer deporte hasta la universidad. Y cuando vamos cambiando (nunca los abandonamos) los juegos por las conversaciones, éstas suelen abarcar todas las temáticas de las secciones de un periódico, y no sólo Gente y Sociedad.
Total, que cuando un buen día nos da por emparejarnos, los chicos no resultamos más que unos pobres niñatos inocentes en manos de una perfecta, fría, engrasada y selectiva máquina de manipular. Pan comido para ellas: ¡nos llevan ya 3 licenciaturas de adelanto en Relaciones Personales!
Por eso, todo lo que se refiere a la vida en pareja, a dialéctica, a sentimientos, a intuiciones... es su territorio, sus dominios, su ámbito natural y su irrenunciable fin.
Hay excepciones, pero paso de hablar de ellas, que quede claro. Paso mucho. Yo sólo generalizo. Y sí, es un hecho que todo esto sigue vigente.
Sigo. Así, cuando un hombre cree que pide libremente casarse, lo que sucede es que una mujer quiere que le pida matrimonio; cuando un hombre cree que decide dónde vivir, es que una mujer quiere que se lo crea; cuando un hombre cree que su matrimonio es como él quiere, es que una mujer ha decidido qué es lo que él quiere y lo que no... Cuando un hombre cree que manda en su casa es que es, definitivamente, idiota: Las casas son de ellas. Todas. Siempre.
Y la boda es el primer acto. El que deja las cosas claritas para siempre, el que te pone un grillete extraño llamado anillo, que jamás has llevado. Ella sólo lo suma a la colección que de siempre lleva en sus dedos. ¿Es que no está claro?
Pero no pasa nada, las cosas son así. Son ellas las que dedican tiempo, esfuerzo e interés al hogar (horrible concepto, seguro que de autoría femenina). A nosotros nos trae sin cuidado un color de pared que otro (¡ni los distinguimos!), una alfombra u otra, estos baldosines o los de más allá... Está bien repartido: el más interesado se lleva el gato al agua y punto. Esa es la gran hipoteca, la verdadera, la inevitable. Hay que asumirlo y ya está. Es así desde siempre, en todo el mundo, en todas las culturas.
Saber que no hay opción, que oponerse es ganarse disgustos y no conseguir nunca nada, que la evolución ha tejido un camino que nos excluye de la madriguera y nos arroja al exterior: amigos, bares, trabajo, deporte... simplifica mucho las cosas y no está tan mal después de todo ¿no? De hecho, por lo que se ve por ahí, a los hombres parece que nos compensa.
O es que somos idiotas, que todo puede ser.

viernes, 6 de marzo de 2009

Texto ilegal pa firma de e-mail


Por una vez, pero que seguro servirá de precedente, voy a ponerme como ejemplo. Animado por el éxito del texto legal de mi firma de e-mail de empresa (ayer mi amiga Marta le dio el último empujón), lo comparto con todos por si alguien más quiere posicionarse legalmente a favor del libre intercambio de información en la red. Y de paso, mandar un poquito a la mierda a todos los meapilas que creen que en su empresa hay algún secreto digno de ser guardado:

Aviso a navegantes:
Este mensaje, su contenido y cualquier fichero transmitido con él está dirigido a todo aquel que lo reciba y no es confidencial aunque pueda parecerlo. Por ello, se informa a quien lo reciba por error o tenga conocimiento del mismo sin ser su destinatario, que queda autorizado a usar la información en él contenida como le venga en gana, por lo que en tal caso le rogamos que no nos lo comunique por ninguna vía, no sea pesado, así como que puede usted reproducir el mensaje cuanto quiera mediante cualquier medio o remitirlo o entregarlo a otra persona o al planeta entero si quiere, procediendo a su difusión cuando le de la gana. Fulanito (nombre del usuario) no se reserva acción legal alguna, aunque le corresponda, contra ningún tercero que acceda de forma ilegítima al contenido de cualquier mensaje externo procedente de la misma parte contratante de la primera parte.
Para información y consultas, pregúntenle a su confesor y déjenme en paz, coño.

martes, 3 de marzo de 2009

Estúpida ortografía castellana...


Hay una colección de normas de ortografía en el español absolutamente estúpidas y que deberían ser eliminadas por el bien del idioma.

A mi modo de ver, la cosa se resume en una máxima que se cae por sí sola de puro lógica: el lenguaje escrito está para plasmar el oral. Punto pelota.
Más que nada, porque nació para eso, porque el oral es anterior, y porque las letras y sílabas representan fonemas.
Así que, ¿qué diablos pintan las letras mudas, los sonidos repetidos con distintas letras, etc?

Para ir al grano:

- B / V: Sobra una de las dos en el noventa por ciento de los casos. Que todo se escriba con B y sólo las palabras iguales que tienen dos significados totalmente diferentes se escriban distinto. Por ejemplo: vaca y baca.

- G / J: ¿Por qué se usan así de mal? Mira qué sencillo, la G para todos los sonidos suaves (gato, agua...) y la J para todos los fuertes (jamón, juerga). Así, además nos cargamos la estúpida U muda que acompaña a la G en palabras como guepardo.

- R / RR: ¿Por qué todos los sonidos suaves no son con R y todos los fuertes con RR? Y abandonamos estupideces sin sentido como a principio de palabra jamás RR.

- C / Q / K / Z: Estas ya son de traca. Ya puestos, ¿porqué no inventamos más variables aún?. Ejemplo de solución: Todos los sonidos fuertes con Q, por supuesto sin la estúpida U en medio. Y todos los sonidos suaves con Z.

- H: Ni una más. Ninguna intercalada, ninguna de inicio de palabra... sólo se quedaría con la C para hacer el sonido CH (chaqueta).

- Y / LL: Fuera una de las dos ya mismo. Por pura economía, me cargaría la LL y dejaría un solo grafismo para un solo sonido: La Y.

- Y / I: En castellano antiguo sólo existía la I latina como conjunción. A la mierda también con la Y como enlace, no tiene sentido que no siga siendo I latina.

¿No sería mucho más fácil, sencillo y práctico para todos? Y sobre todo ¡¿es que no sería todo mucho más lógico?! A ver si un día la RAE se levanta con buen pie y se le ocurre cómo usar mejor las letras.

Por cierto, todo esto no sólo lo digo yo; lo dijeron y lo mantuvieron en su día dos premios Nóbel del idioma castellano: Juan Ramón Jiménez y, más recientemente, Gabriel García Márquez.