miércoles, 29 de junio de 2011

La burbuja económica de la vida humana:

Henos aquí, poniendo al Ser Humano como sujeto en la teoría económica de la Utilidad Marginal:

El concepto de utilidad marginal explica el viejo enigma del agua y el oro. El valor de un bien se define a través de su utilidad en función de las circunstancias de escasez y necesidad, no a través del precio establecido. Por ejemplo: para alguien que se muere de sed, el valor del agua es mucho más alto que el del oro, pero a medida que va saciando su sed, el agua va valiendo menos y el oro más.

Bueno, pues curiosamente eso mismo NO pasa con los humanos históricamente y a nivel global:

En los albores del año 1.000 de nuestra era, en plena Edad Media, la población mundial rondaba los 300 millones de personas... ¡23 veces menos gente que ahora! 23 veces menos gilipollas, 23 veces menos egoístas, 23 veces menos horteras... Y se mataba con enorme prodigalidad, con regodeo incluso, sin freno ni mayor problema, en masa, a ojos cerrados, sin apelar a derechos inalienables del ser humano ni cosas parecidas...

En cambio, ahora ya casi somos 7.000 millones de personas, más que nunca en la historia de nuestra especie, y paradójicamente la protección y cuidado de la vida humana es más alta que nunca, ¡la de resortes sociales, políticos y legales que se ponen en movimiento ante la mera amenaza de matar a cualquiera! Por no hablar de la cantidad de recursos médicos, materiales, de seguridad... que se dedican en todo el mundo a salvar vidas.

Que yo no digo que lo de antes fuese mejor ni que lo de ahora esté peor; porque la barbaridad económica es la misma cuando matábamos sin ton ni son en la Edad Media siendo tan pocos, que hoy cuando nos la cogemos con papel de fumar siendo tantos...

O sea que desde tiempos inmemoriales, la teoría de la utilidad marginal la seguimos ¡exactamente al revés!

Y no es por nada, pero o esa teoría está equivocada (y no parece que así sea) o vamos de cabeza al colapso: La vida humana es la próxima burbuja económica que puede estallar.

Pero por una vez voy a ser constructivo y voy a proponer una solución: Paremos ahora que aún estamos a tiempo esta revalorización sin sentido del derecho a la vida, revirtamos el proceso instaurando la ley de la selva, aboliendo la medicina y el estado de derecho... dejemos que el instinto del hombre se explaya de manera natural, sin coartarlo ni reprimirlo artificialmente... y puede que así evitemos la quiebra del sistema.

Eso sí, hagámoslo poco a poco para evitar un estallido de la burbuja (aprendamos de la inmobiliaria): frenemos el crecimiento y luego promovamos el retroceso... podíamos empezar, no sé, quizá por la vuelta a la medicina tradicional y la prohibición de la investigación científica... por decir.

En fin, que volvamos a ser nosotros mismos.

miércoles, 1 de junio de 2011

¿Tu castillo es su nidito?


Hoy voy a hablar de vosotros, no de ellas. Sí, de vosotros, calzonazos, pobres diablos perdidos en una era tan feminista como antinatural.

“Hogar dulce hogar” dicen lánguidas paredes en coquetos pisitos hoy día...
“Mi casa es mi castillo” sonaban antaño de estancia en estancia ecos de voces tronantes...

Y su casa era su castillo porque cuando llegaban eran los amos. Los dueños. Los señores. Porque no tenían que ocuparse de hacer nada, porque su castillo era su dominio, porque las cosas estaban para servirlos a ellos, no ellos para servir a las cosas. Porque el puto amo no tiene necesidad de trabajar también en casa para mantenerse vivo, activo y libre, coño.
¿Os podéis imaginar a un Conde que vuelve de una jornada de caza al frente de sus perros, ponerse a ordenar el salón al llegar a la torre del homenaje? Yo tampoco. ¿Y que decida poner la mesa, preparar la cena, fregar platos, barrer el pasillo...? Ya, voy a parar porque a mí también me está dando asco.

No, no lo hacían, porque lo único que se tercia cuando tu casa es tu castillo, es llegar, tirar los zapatos, comer algo de pie, beber a morro y tirarse en un sillón a rascarse los huevos... Hacer lo que te dé la gana. Eso es lo que hay, y cualquier otra cosa es claudicar, humillarse, amariconarse... es volver a casa de mamá.

Me diréis que una casa hay que mantenerla para poder vivir en ella... ¡NO! ¡Eso es lo que ellas quieren hacernos creer! Tú no eres ellas, piltrafilla, ¡no tienes que aceptar su escala de valores! ¡NO TIENES NI QUE CONSIDERARLA! Tú eres un hombre, y un hombre prefiere un castillo propio aunque esté en ruinas, aunque le coma la mierda... antes que ese nidito limpito y pulcro que ellas llaman casa.

¡¿Es que tus genes no te gritan nada?! Tu casa tiene que ser enteramente tuya. Y conseguirlo es tan fácil como esto: no hagas NADA. Resiste. Nada. Sé tenaz y ganarás. Seguro. Sé un hombre.

Porque ahí fuera puede pasar lo que sea, pero mi casa es mi castillo.
Aquí la vida juega con mis reglas.
Aquí soy Dios.
Y punto.